noviembre 23, 2009

¿Y a poco ustedes se quieren casar?

Una amiga escribio este artículo y aqui se los dejo pues me pareció bastante bueno para poner a pensar a los bugas...

Besos

Dan

¿Y a poco ustedes se quieren casar?
Por: Nadia Rosso (glunam@gmail.com)

¿Pero, para qué? ¿qué no ya tienen una ley gay? ¿de veras se quieren casar? ¿para qué? ¿por qué? Las preguntas –de las más benevolentes- que se nos hacen cuando hablamos del matrimonio entre personas del mismo sexo olvidan algo importante y es, justamente, que los derechos no se cuestionan.
¿Le preguntaron acaso a los heterosexuales para qué querían casarse y si de verdad querían ese derecho? ¿Los derechos se consultan? Pues vayamos mañana a las escuelas, a consultarle a las niñas y niños de primaria: Oye ¿tú quieres el derecho a la educación? Y sospecho fuertemente que tal vez muchos digan felizmente: no. Y entonces habrá que retirarles ese derecho, pues si no lo quieren ni lo exigen… entonces ¿para qué? Tal vez si hiciéramos eso nos ahorraríamos el dinero que se usa en educación, ¿no? Pues no, los derechos no se consultan.

En un estado laico y hablando de leyes, lo que atañe a la discusión son únicamente los derechos, y lo que importa es que todas y todos tenemos los mismos derechos y somos iguales ante la ley. Toditos y toditas. Lo dice en la constitución. ¿Será que muchas personas no la han leído? Sí, puede ser tediosa, pero vale la pena darle una ojeadita. El tema aquí es que el matrimonio es un derecho al cual actualmente sólo pueden acceder las parejas heterosexuales. ¿Por qué, si las personas de la comunidad LGBT trabajamos, pagamos impuestos y contribuimos a la construcción de nuestra sociedad igual que cualquier otro ciudadano, debíamos tener unos cuántos derechos menos?

Ah, no, no. Tenemos los mismos derechos, nos podemos casar, ¿verdad? Sí, lo malo es que nos podemos casar con alguien del sexo opuesto solamente. Entonces es un derecho bastante hipocritón. A nadie le gusta que le digan: sí, claro, te puedes casar, sólo que no con quien tú elijas.
Ah, no, tampoco. Sí nos podemos casar... ¿o no? Con lo que llamaron jocosamente las bodas gay, que en realidad se llama Ley de Sociedad de Convivencia (y que no es una ley exclusiva para la comunidad LGBT, porque ni tenemos ni queremos leyes especiales). Bueno, ya tenemos esa ley, ¿no? Sí, claro, existe. Pero esa ley no es matrimonio. Si fuera igual, pues se llamaría matrimonio y no Sociedad de Convivencia. Bueno, bueno, pero se parece. ¿Entonces para qué quieren el matrimonio? Pues, justamente, porque aunque se parezca
-y cuando digo que se parece, digo que es una ley que no otorga todo el cobijo legal que da el matrimonio, sino sólo algunos derechos- no es lo mismo. Y si los heterosexuales tienen la opción de elegir si se casan o mejor se convivencian… ¿por qué nosotros no?

Si creen que debemos justificarnos y explicar por qué y para qué nos queremos casar, y si es un derecho que efectivamente queremos, están errando enormemente. Lo que queremos, y en eso no hay vuelta de hoja, es equidad. Ninguna sociedad que se jacte de democrática puede restringir los derechos de algunos de sus ciudadanos por condición alguna. Si yo quiero casarme o no, mis opiniones personales sobre la institución matrimonial, o el número de parejas que vayan a registrarse bajo esta figura, nada tiene de trascendente. Lo único trascendente es que no podemos –y no sólo lo dice la constitución, sino también otras leyes para combatir la discriminación- tener menos derechos que las demás personas. Es tan sencillo como eso.

Si algo tan básico como la igualdad escapa a la comprensión de algunos, vale la pena pensarlo otra vez: ¿quiénes son menos ciudadanos?, ¿quiénes merecen menos derechos?, ¿quiénes son menos personas? Dependiendo de la época y el contexto en el que hiciésemos estas preguntas, las respuestas podían haber sido: Ah, pues los indígenas. Ah, pues los negros. Ah, pues las mujeres. Ah, pues los homosexuales. Y yo digo: Ah, pues nadie.

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Atte:
Nadia Rosso,
Admin. del Grupo Lésbico Universitario
http://glunam.blogspot.com

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